martes, 21 de octubre de 2014
De la vida que me apropié ya no queda nada
Manuela se acostó en la cama cuando te fuiste a trabajar. No fue el primer día fue el segundo. Yo todavía estaba asustada y movilizada. Todavía me sangraba la vida que no era mía pero que me apropié.
Un año después Manuela no está.
Manuela, que entendía la angustia que ocultaba en la televisión, se acostó a mi lado y me dio calor. Ya no tenía fiebre, ni temblaba. Ya no me dolía el útero, ni pensaba en cuantas pastillas me quedaban.
Un año después vos tampoco estás.
Manuela entendió más de lo que vos y yo pudimos comprender. Ella sintió más de lo que expresábamos. La dejé subir a la cama y la acaricié. Ella solo se recostó a mi lado y dejó que la acariciara tristemente mientras las primeras lágrimas caían una atrás de la otra, lentamente pero con el peso de un río con marea.
Un año después todavía lloro la vida que no era mía pero que me apropié.
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