miércoles, 4 de julio de 2012

Estoy lista para que hablemos de la muerte




Me siento lista. Me siento preparada.
Recuerdo aquel día de invierno, en el que caminábamos por el boulevard de 53, faltaban pocas calles para llegar a la plaza.

-No! Miento.
-¿Mentís Luciana?
-Quise decir... Es una expresión.
-¿Mentís?
- Sí miento.

Me miró con su cara borrosa y sus ojos entre dormidos, se esfumaba de a poco y yo volvía a la realidad.

En realidad la caminata era al revés, volvíamos caminando por 51 en dirección hacia plaza Moreno. Hablábamos con entusiasmo, como solíamos hacerlo en aquel momento, nada podía pararnos. Yo te contaba de mi miedo a la muerte. Vos me preguntabas respecto a él. Cada paso se hacia más tenebroso. Cada pisada era más caliente y densa como si de repente nos sumergiéramos en arenas movedizas y nuestros pies pesarán, como si de repente no pudiéramos avanzar.

-¿Avanzar hacia la muerte? A eso te referís. ¿Avanzabas hacia la muerte cuando hablabas de ella?

Me quede muda. Mire para otro lado y su cara volvió a desaparecer. Quedó resonando su voz.

Me preguntaste por la reencarnación. Pensaste que si me aferraba a ella podría superar mi miedo a la muerte. Pero Te explique con vergüenza que me daba más miedo pensar en la reencarnación porque cuando una volvería a nacer sería otra persona con otras convicciones, otra forma de ser, de pensar, de ver y sentir la vida. Te explique que me daba miedo porque podría tocarme un ser que odio. Entonces vos, más sabio que yo me refutaste con que una cuando vuelve a nacer va evolucionando. Avanzamos, nos volvemos más sabios. Nuestra alma es más iluminada, más pura, más limpia. Reencarnamos para evolucionar. En ese momento sentí, a pesar del frío invernal, una sensación cálida subir por mi cuerpo. Sentí paz. Ese día deje de temerle a la muerte.



No hay comentarios:

Publicar un comentario